Las cosas que quiero decirte
Hoy te escribo porque sé que no lo leerás. Hoy te escribo porque de repente me he puesto a pensar en ti, y no consigo sacarte de mi cabeza. Porque no quiero sacarte de mi cabeza. Hoy te escribo porque te echo mucho de menos.
Quisiera decirte mil cosas, pero las palabras se atropellan en mi mente, no quiero olvidar nada… No puedo parar de pensar en lo especial que fuiste para mí, en el modo en que cambiaste mi vida, mi modo de ver el mundo; en todo lo que aprendí contigo y nunca olvidaré… pero no, no encuentro las palabras adecuadas para hacerlo.
No quiero que pienses que fantaseo con la idea de volver, de que todo vuelva a ser como antes: los dos hemos cambiado demasiado, y resultaría inútil pensar en volver a encontrarme a la persona de la que me enamoré, porque yo también soy distinto. Simplemente, aun no ha llegado nadie que me calase tan dentro del alma como tú, nadie que me haya inspirado a ser mejor, como hacías tú. Todo parece vacío, fútil; he perdido mucho tiempo buscando a alguien como tú, hasta comprender que persigo un imposible, hasta entender que quien llegue será distinta, no para construir una relación sobre unos viejos cimientos, sino para sentar los suyos propios.
Espero que esta tonta carta no te haya molestado, pero es algo que necesitaba escribirte. A veces me gusta pasearme por nuestros recuerdos, por nuestros buenos recuerdos. Ya me conoces, siempre he sido un nostálgico empedernido y bobo.
Un beso muy fuerte. Puede que después de todo, simplemente necesitara decirte que te quise más de lo que he querido nunca a nadie y que, en cierto modo, siempre te querré.
Ojalá seas muy feliz.