El Señor de los Hidrocarburos
Mi última obsesión se pasea por el mundo con ridículo jersey a rayas. Mi última obsesión se me aparece en sueños y me acusa de crímenes que se cometieron mucho antes de que yo naciera. Mi última obsesión parece decidida a volver a mi vida, cada día, en el telediario de las nueve. Mi última obsesión es un pequeño cocalero boliviano llamado Evo Morales.
Evo Morales. Si el Presidente de Bolivia recibiese un euro cada vez que alguien ha pronunciado su nombre durante este mes, su país habría salido de la pobreza hace ya una semana. Y no es para menos: desde la Nacionalización de los Hidrocarburos, Evo Morales se ha convertido en casi una obsesión.
El presidente boliviano, que hace unos meses nos visitaba embutido en su jersey a rayas, y al que condonamos la deuda, decidió que algo iba a cambiar en su país. Se bajó el sueldo, abrió las puertas a los indígenas y apostó por la austeridad. Pero faltaba algo, así que el 1 de Mayo, Evo anunció el decreto de nacionalización de los hidrocarburos.
Este hecho podría haber pasado inadvertido en España si no fuera porque Repsol YPF, empresa española afincada en Bolivia, tiene un gran peso dentro de nuestra economía, siendo determinante a la hora de marcar los intereses de nuestras hipotecas y el precio de nuestra gasolina; que nos afecta muy directamente, vamos.
Amparados en nuestra condición de “aliados”, preguntamos a Evo por la situación de Repsol, respondiendo éste que no tendría ningún trato de favor. Y eso es preocupante, porque demuestra que el tal Evo es un desagradecido. Porque aunque la condonación de la deuda no deja de ser algo justo, y algo necesario para el progreso de un país, ningún Estado es una ONG, y espera algún favor a cambio. En esta vida nada es gratis, y el dinero, menos.
En cuanto al decreto, estoy de acuerdo en que en un país pobre, el Estado debería ser partícipe de la explotación de sus recursos, pero en su justa medida. Un 50%, ó un 60% sería algo aceptable, pero lo que Evo se propone me parece desmesurado.
Puede que se sienta respaldado por sus aliados Castro y Chávez (dictador y cacique, respectivamente), pero tal vez Evo debiera sentarse a pensar en que está llamado a hacer grandes cosas por su país, y que algún día necesitará nuestra ayuda para poder hacerlas. Lo que no puede pretender es morder la mano que mañana pretenda estrechar, porque, aunque la “madre patria” le debe mucho a Suramérica, tampoco le conviene cabrearnos.
En definitiva, Evo Morales tal vez debiera reconsiderar sus pasos y sus formas, si quiere que, cuando lo necesite, atendamos a su llamada. Porque ellos no olvidan… pero nosotros tampoco.