domingo, diciembre 31, 2006

La Rana y el Escorpión

Hoy desayunaba mientras los restos del párking de la T4 ardían. Pero yo no lo sabía. Mientras me duchaba, la policía y los bomberos evacuaban la terminal, para luego zambullirse en el caos de humo y cascotes. Una columna de humo se elevaba en el cielo, y ya se podía ver desde el centro de la ciudad. Pero yo no lo sabía.

Ha sido mi hermana la que ha llamado a mi puerta y me ha dicho: “Javi, ha habido un atentado en Madrid, ven a verlo”.

Y mientras veía por televisión las imágenes del párking destruido, del humo, de la gente en las pistas de aterrizaje, me sentía cada vez más desconcertado e indignado. Furioso. Igual que la gente que se había enterado antes, mientras yo permanecía ignorante. Igual que la gente que se enteraría después.

Poco a poco, se iban sucediendo las declaraciones: Rajoy, Rubalcaba, Otegui, Rodíguez (Zapatero). Eran las dos últimas las que concitaban una mayor expectación: ¿qué pasaría con el proceso de paz? ¿nos había sorprendido el atentado o era algo esperado? ¿volvería el pacto antiterrorista?

Al final, como esta mañana, mucho humo. Ni Rodríguez ni Otegui daban las negociaciones por acabadas (si bien el presidente apuntaba a que estaban “en suspenso”). Rajoy, menos beligerante que de costumbre, tendía su mano al diálogo, pero con condiciones. Rubalcaba, por su parte, apuntaba que “el Gobierno nunca negociará con asesinos”.

Ojalá cumpla su palabra.

Hay una vieja historia africana que me ha venido a la cabeza al pensar en las negociaciones con ETA de las que tanto se ha hablado últimamente. Dice algo así:

Un escorpión, que deseaba atravesar el río, le dijo a una rana:

- Llévame a tu espalda para que pueda cruzar el río.

- ¡Que te lleve a mi espalda! -contestó la rana-. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! ¡Si lo hago, me picarás y me matarás!.

- No seas tonta –le dijo entonces el escorpión-. Si te pico, te hundirás en el agua y yo también me ahogaré, pues yo no sé nadar.

Los dos animales siguieron discutiendo, hasta que por fin la rana fue persuadida. Cargó al escorpión sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y empezaron la travesía.

Llegados al medio del gran río, allí donde se crean los remolinos, al intentar asirse con sus pinzas y su cola, de pronto el escorpión picó a la rana. Ésta sintió como el veneno mortal se iba extendiendo lentamente por su cuerpo, y mientras se ahogaba, y con ella el escorpión, le gritó:

- ¡Vamos a morir los dos! ¿Por qué lo has hecho?

- No pude evitarlo –dijo el escorpión antes de desaparecer en las aguas-. Es mi naturaleza.

Igual que el escorpión no puede evitar picar, una banda terrorista no puede evitar matar. Es su naturaleza y razón de ser, porque sin la violencia, sin el terror, ETA se queda desnuda. Si uno aparta las pistolas, las bombas, la extorsión, la violencia... no encuentra nada.

Hay quien dice que ETA tiene un proyecto democrático. Pero un verdadero proyecto democrático no puede empezar con el asesinato de inocentes, con la colocación de bombas, con el terror. ETA sólo hace, como cada cuatro años, el mismo paripé de siempre.

Mientras tanto, nosotros somos la amable rana que cree al escorpión. La amable rana a la que siempre le vuelven a picar. Y creo que ya ha llegado el momento de que aprendamos, de que dejemos de repetir viejos errores.

Hay que acabar con el escorpión. Para siempre.

viernes, diciembre 29, 2006

Rutina

Estas Navidades casi no he salido de casa. Es por eso que los libros se amontonan en mi mesa, por el suelo, en lo que parece querer convertirse en una montaña; en el Everest del conocimiento. Celia, la señora de la limpieza, ha dicho que no me limpia el cuarto en esas condiciones. La verdad es que ya me da igual.

A medida que se acerca enero, los estudiantes vamos perdiendo nuestra famosa calidad de vida. Dormimos y comemos menos. Suspendemos temporalmente los vínculos con el mundo exterior. Nos descuidamos. A veces pueden pasar un par de días sin que nos quitemos el pijama, sin que nos demos cuenta de que hay que ventilar el cuarto porque allí no hay quien entre, porque apesta a nosotros. De que apestamos.

Nadie dijo que estudiar fuera fácil.

Es de noche y todos duermen. Antes de meterme en la cama me paso, hambriento, por la cocina. Si estuviese durmiendo, ahora no tendría hambre. Pero no estoy durmiendo. En la penumbra, furtivo, busco algo sano, pero al final sólo encuentro algo de chocolate y un poco de mermelada. Genial. Viva la dieta mediterránea.

Apago las luces y me acurruco en mi cama, que está helada. Mientras me doblo sobre mí mismo, buscando calor, escucho los ruidos de la casa. Nada. Todo está en silencio. El mismo silencio que me despertará mañana, cuando todos se hayan ido, que no me dirá que ordene mi cuarto, que hoy es viernes, que esta mañana tampoco saldré de casa.

La ordenada rutina del estudiante.

miércoles, diciembre 27, 2006

Fantasmas

En un descanso, me conecto al Messenger. Tengo quince contactos conectados, pero no hablo con ninguno de ellos. Los conozco, y aunque puede que en algún momento compartiésemos algo especial, eso ya quedó olvidado. Son recuerdos, atrezzo vital, el decorado de una función que se acabó.

Ya no son más que fantasmas.

Resulta curioso que uno pueda saber de alguien sin hablar nunca con él. Basta con leer su nick para seguir el rastro a su vida sentimental, éxitos, decepciones y tardes tristes. Por irónico que parezca, a veces podemos saber mucho más de alguien cercano observándole en silencio que hablando con él.

Dicen que los fantasmas vagan por nuestras casas cuando creen que nadie puede verles.

Sigo conectado y en silencio. De repente me doy cuenta de que yo también soy un fantasma, un punto parpadeante en el monitor de otra persona. Sonrío mientras apago el ordenador. En ese preciso instante, un punto se desvanece en casa de alguien. Ya soy invisible.

Todos somos fantasmas.

jueves, diciembre 21, 2006

Luces de colores

Un día desperté y las calles habían cambiado. Allí donde miraba había luces de colores, espumillón, nieve de bote. La Navidad había llegado a la ciudad, sin avisar, como un ladrón nocturno.

Salí a pasear por las calles con la intención de empaparme del espíritu navideño. Pero no me gustó lo que vi. La ciudad estaba poseída por un consumismo feroz; el centro tomado por un ejército de compradores, que purgaban sus penas a golpe de Visa. Niños sentados en el regazo de papás noeles de supermercado con el mismo ánimo que un terrorista que presenta su lista de reivindicaciones. El “me gustaría” se había convertido en “yo quiero” y, en algunos casos “yo exijo”, y todo el mundo lo consideraba normal.

Cuanto más paseaba, más triste estaba. ¿De qué servían las luces, el papel de regalo, los villancicos? ¿Qué significaba la Navidad? ¿Agobios? ¿Consumo? ¿De verdad era eso lo que queríamos?

Pero, de repente el mundo pareció redimirse cuando, como en una de esas películas malas que hacen a mediodía, al subir al autobús, una señora me miró y sonriente me espetó un “feliz Navidad” que me llegó al alma. Vaya. Puede que después de todo, el espíritu navideño exista, pensé. Y entonces empecé a mirar a mi alrededor con otros ojos.

De repente vi como la gente, animada por el hipnótico efecto de las parpadeantes luces de colores, sonreía constantemente, se comportaba de un modo amable, ayudaba a los desconocidos…

Sonreí contento: ¡la Navidad tenía un sentido, y yo lo había encontrado! Cuanto más miraba, más veía: padres con sus hijos, abuelas cargadas con lo que sería cena para muchos, abrazos entre viejos amigos, reencuentros. Todo rezumaba Navidad, felicidad, ilusión, y era real, lo tenía delante de mis narices.

En mi colegio solían decirnos que en Navidad, además de adornar la casa, debíamos adornar nuestros corazones, poner algo de luz en ellos, hacerlos agradables, acogedores, bonitos. Pensando en mi paseo, he comprendido que no les faltaba razón.

En estos días de familia, amigos y regalos, os pido que no olvidéis poner algún adorno en vuestros corazones. Luces de colores que harán que encontremos un poco más de calor en estas fiestas.

Feliz Navidad.

lunes, diciembre 18, 2006

Cinco Minutos

Despierto y la casa está silenciosa. Un poco de luz se cuela por las ventanas, pero es agradable, no me molesta. Los auriculares que, como siempre, han acabado en el fondo de la cama, aun escupen algunos acordes de “Meeting Paris Hilton”, de Cansei de Ser Sexy, que me bajé la noche anterior. Miro al techo. Así, tranquilo y calentito en la cama, soy feliz.

El despertador no tarda en interrumpir el idílico momento. Suena y suena, y con cada pitido parece decirme: “despierta, holgazán, te espera un largo día… ¡fuera de la cama!”. Lo miro con una mezcla de incredulidad y odio para, tras un par de segundos de duda, apagarlo. Se me cierran los ojos.

Cinco minutos más tarde, despierto de nuevo. El despertador debe de haber sonado, pero no recuerdo haberlo apagado. De lo que sí que estoy seguro es de que no me he despertado yo solo. ¿Por qué no recuerdo que sonara?

No encuentro respuesta a mi pregunta, y al final salgo de la cama, desayuno, me ducho y visto. En la calle hace frío: el sol de diciembre no calienta por las mañanas. Se empiezan a ver bastantes bufandas.

Me arrellano en el asiento del bus. Miro por la ventana mientras me organizo el día. La gente tiene cara de sueño, nadie habla. Una señora mal vestida parece triste. Mira algo dentro de su bolso de un modo bastante obsesivo. Me pica la curiosidad, pero la etiqueta me obliga a ocuparme exclusivamente de mis asuntos, y yo soy un chico educado.

Llego a la facultad un poco antes de la hora. La cola de la máquina de café crece por momentos. Considero incorporarme, pero ese café es vomitivo. Entro en clase, dejo mis cosas y me siento.

Mientras espero aburrido la llegada de mis compañeros, bostezo, sin poder evitar pensar que debería haberme quedado cinco minutos más en la cama…

miércoles, diciembre 13, 2006

La chica de la primera fila

Hacía ya un mes que me había fijado en ella. Siempre llegaba de los primeros a clase para sentarse en su sitio, en la primera fila. Cada día robaba unos minutos para fijarme en ella, en sus gestos; no sé… tenía algo.

La clase de hoy era bastante aburrida; después de una hora sentados, aún no habíamos avanzado ninguna transparencia. Mientras el profesor nos hablaba de la amenaza asiática, en la segunda fila dos chavales jugaban a las cartas por debajo de la mesa. Los minutos corrían cada vez más lentos. Los alumnos agonizábamos a la espera del descanso.

Y entonces, la he visto. Y hoy parecía diferente.

Me he pasado los cinco minutos que quedaban para el descanso observándola, reprendiéndome por no saber su nombre, por no haber hablado nunca con ella… ¡Me moría de ganas de conocerla!

Tras el descanso me costaba mantener la atención. El camino a la pizarra se paraba en ella, en su pelo, en el modo en que cogía el boli, en su sonrisa. Ensimismado como estaba, no me daba cuenta de que Cons me miraba sonriente:

- ¿Qué miras?

- Nada.

- La estás mirando a ella. A María. (nombre inventado)

- ¿María? ¿Es así como se llama?

- Sí.

- ¿La conoces?

- Claro.

Es verdad. Había olvidado que Cons conoce a todo el mundo. ¡Qué tonto había sido! Debería haberle preguntado a ella desde el principio, ¡la de quebraderos de cabeza que me habría ahorrado! ¡Tonto, tonto, tonto!

Las preguntas se atropellaban en mi boca, y Cons disfrutaba del momento, de su momento. Divertida, me decía que era un poco tímida, muy dulce, que me pegaba muchísimo. Que sí, que me la presentaría, que me lo prometía, que no tenía de qué preocuparme (¡viva la Celestina que habita dentro de todas las mujeres!).

Cuando ha acabado la clase he empezado a pensar en lo que había pasado. ¿De verdad había visto algo en esa chica, o simplemente había querido verlo? No hay que olvidar que en esta época de noches en vela y madrugones inmisericordes, el corazón nos juega malas pasadas. Al final, he decidido aparcar el tema un tiempo para ver qué pasa, que ahora empiezan los exámenes y las distracciones se pagan.

Me acabo de despertar después de media hora de sueño. Soñaba que hablaba con ella, con la chica de la primera fila, que aunque estábamos vergonzosos conseguía hacerle reír. Que empezaba a conocerla. Tal vez me baste con conocerla, con acabar con la duda que a la vez la hace tan atractiva…

Esto continuará en febrero, después de exámenes. Hasta entonces, sólo me quedará un rincón en mis sueños para charlar con ella, para intentar descubrir quién es la chica de la primera fila.

martes, diciembre 12, 2006

La Guerra de mi Abuelo (parte II)

La guerra la pasó mi abuelo como escribiente, evitando los ascensos, en una brigada móvil especializada en los “golpes de mano”, esto es, pequeños ataques puntuales que ayudaban a decidir la toma o la defensa de ciertas plazas. Fue un tiempo ajetreado, de perder amigos, de hacer otros nuevos, de salvar la vida por los pelos; un tiempo de guerra, al fin y al cabo.

Es en esta época donde constata que la aquella era una guerra de hermanos: en general, no eran las ideologías, ni la búsqueda de la justicia social, ni los motivos religiosos los que empujaban a los españoles a luchar entre ellos. Casi todos se vieron, como mi abuelo, sorprendidos en una lucha que no conseguían entender, formando parte del ejército que les había tocado en una especie de sorteo macabro.

Tal vez fuera eso lo que hizo posible que, en alguna ocasión, los soldados jugaran un partido de fútbol en tierra de nadie, entre las trincheras, o que los coroneles llegaran a acuerdos para cambiar el tabaco (de Canarias), que tenían los nacionales, por el papel de fumar (de Alcoy), que tenían los republicanos.

En marzo del 39, cuando la guerra agonizaba, lo que quedaba de la brigada de xavieros decidió “pasarse” al lado Nacional. Fueron recluidos en el Campo de Concentración de El Toro, donde, aunque fueron despojados de sus pertenencias, recibieron muy buen trato de sus guardianes. Esta era, como ya he dicho, una guerra de hermanos, y en esas situaciones el odio de las trincheras se desvanecía, quedando sólo pequeñas pullas que, de cualquier modo, entraban dentro de lo perfectamente natural.

Mi abuelo consiguió salir al cabo de cuatro de días, gracias a un amigo que había empezado la guerra junto a él, en el bando republicano. Una vez fuera, y como reconocido “adicto al Movimiento Nacional”, mi abuelo podía avalar a quien quisiera, eso sí, respondiendo por ellos. Y vaya si lo hizo: uno a uno, fue salvando a toda su quinta, que a su vez, salvaba a sus amigos y familiares.

En un par de semanas, se quedó el Campo medio vacío.

Al final de la Guerra, en la que no había disparado ni un solo tiro, consiguió colarse en un tren que iba para Madrid, para, por fin, llegar a casa de su hermano. Ahora sí, vencido y desarmado, para él la guerra había terminado, tal y como rezaba el último parte de guerra nacional.

Esta fue la guerra de mi abuelo, la de mi familia, mi guerra. En cada casa hay una distinta, y os invito a todos a buscar la vuestra, a empaparos de vuestra historia, porque os ayudará, como la lectura de las memorias de mi abuelo me ha ayudado a mí, a conoceros y comprenderos un poco mejor.

En nuestra guerra no hubo vencedores de ningún tipo, sólo una generación de españoles obligados a odiarse, a perder los mejores años de su vida de un modo miserable, metidos en trincheras, a morir en una guerra que no comprendían. Habíamos olvidado lo mucho que nos odiábamos, y no comprendo por qué hay tanta gente que está empeñada en recordárnoslo.

domingo, diciembre 10, 2006

La Guerra de mi Abuelo (parte I)

Dicen que en la Guerra Civil española no hubo ni vencedores ni vencidos, sólo perdedores, y sin embargo, puedo decir sin miedo a equivocarme que mi familia fue de las que ganaron la guerra.

En este año de la tan cacareada “Memoria Histórica”, que no ha servido más que para reabrir viejas heridas que ya creíamos curadas y olvidadas, ha caído en mis manos un compendio de las memorias de guerra de mi abuelo Gregorio, que no he dudado en devorar lo más rápido que he podido.

La lectura de las anécdotas, de las vivencias, de mi joven abuelo (tenía entonces veinte años y estaba en tercero de Derecho), me ha descubierto un nuevo punto de vista sobre la Guerra Civil salpicado de anécdotas, y alejado de los puntos de vista “oficiales” que hasta entonces habían llegado hasta mí.

A mi abuelo la guerra le pilló veraneando en Jávea, Alicante, donde había alquilado una casa para todo el verano; y en un veraneo permanente se convirtió su vida, al menos durante el primer año y poco de conflicto. Fue durante ese tiempo, profesor, actor y escritor de Zarzuelas (según él, de cierto éxito), y sobre todo, un joven enamoradizo (de casta le viene al galgo), que cada poco tiempo se desvivía por un nuevo amor. Fue éste, y cito sus palabras, “uno de los períodos más felices de mi vida”.

Más tarde, fue movilizado con sus amigos xavieros, en la que entonces se llamaría “quinta del biberón”, presentándose para instrucción el día de Reyes del 38 en el Cuartel de Infantería de Alcoy. Allí aprendió rudimentos de camuflaje, a manejar un arma y poco más. Supongo que para ir a la guerra no hay que saber demasiadas cosas: basta con que algo te empuje… ¡y eso ya lo hacían los comisarios!

Una anécdota de ese período es que, durante la instrucción de tiro, los mejores tiradores eran “recompensados” con una ametralladora de casi veinte kilos (que tenían que llevar encima). Hartos de ir cargados como mulas, empezaron todos a disparar mal adrede, consiguiendo ser clasificados como tiradores de segunda y evitándose así cargar con tan molesto equipaje.

(continuará)

sábado, diciembre 02, 2006

Lo Trágico es Magnético

Algo extraño había debido pasar. Las llaves del coche estaban en la entrada, como una tímida invitación para salir fuera, ver el mundo.

No sé por qué, pero tomé el camino largo para llegar a la facultad: que si un rodeo por aquí, que si otro por allá… total, no había prisa, ese día no tenía clase y simplemente debía acudir a un par de reuniones que sabía que no merecían demasiado la pena.

En un semáforo, de repente, me vino el blog a la cabeza: llevaba casi una semana sin escribir, y las ideas parecían evaporarse justo antes de llegar al teclado; el último artículo me había dejado vacío, devastado, avergonzado. No tenía ganas de escribir nada.

Empecé entonces a pensar en la vida en sociedad, el modo en que nos relacionamos; en la compleja madeja de vínculos en que acabamos atrapados, en cómo todos nuestros actos encuentran eco en nuestros semejantes. Puede que a veces haya que callarse cosas; no es bueno reabrir heridas: bastante tenemos ya con lamernos las propias.

Todo eso me había dejado un poco jodido. Puse algo de música. Nada especial, la canción de siempre, Mr Brightside, de The Killers, y la cosa mejoró. No mucho, pero mejoró. Luego, como si supiera lo que necesitaba, el iPod fue empalmando temas animosos, energizantes. Parece tener un sexto (técnicamente, un primer y único) sentido, capaz de elegir aquello que más necesitamos… o tal vez, puede que simplemente toda mi música se parezca, como una lista de reproducción de Pandora.

Más animado, empecé a darle vueltas a algo que ya había hablado con mi amigo Paco en más de una ocasión: ¿puede llegar una buena canción llegar a despojarnos de nuestras emociones, imponiendo las suyas? ¿Hasta qué punto nos influye la música que escuchamos? ¿Es posible vivir de sentimientos prestados?

El tema no es baladí. Por muchas vueltas que le doy, no encuentro respuesta a la pregunta de si escuchamos canciones tristes porque estamos tristes, o simplemente estamos tristes porque escuchamos canciones tristes.

Argumentos a favor y en contra de cada una de las posibilidades, hay a montones; basta recordar alguna noche de insomnio, quemando las horas cascos en ristre. ¿Estamos tristes, o nos ponemos tristes? Supongo que la música no sólo amplifica nuestros sentimientos, sino que nos proporciona nuevas experiencias, no nos deja indiferentes. Además, mola. Por eso nos gusta tanto.

Quisiera, por fin, acabar rompiendo una lanza a favor de las canciones tristes. Como cuando eras pequeño y te ponían agua oxigenada, si algo te duele, es que cura. Pues debe de pasar un poco lo mismo con las canciones tristes: no nos podemos desenganchar de ellas porque, además del problema, forman parte del proceso de cura. Porque lo trágico es magnético, y en el fondo eso es algo que nos gusta.

sábado, noviembre 25, 2006

Las cosas que quiero decirte

Hoy te escribo porque sé que no lo leerás. Hoy te escribo porque de repente me he puesto a pensar en ti, y no consigo sacarte de mi cabeza. Porque no quiero sacarte de mi cabeza. Hoy te escribo porque te echo mucho de menos.

Quisiera decirte mil cosas, pero las palabras se atropellan en mi mente, no quiero olvidar nada… No puedo parar de pensar en lo especial que fuiste para mí, en el modo en que cambiaste mi vida, mi modo de ver el mundo; en todo lo que aprendí contigo y nunca olvidaré… pero no, no encuentro las palabras adecuadas para hacerlo.

No quiero que pienses que fantaseo con la idea de volver, de que todo vuelva a ser como antes: los dos hemos cambiado demasiado, y resultaría inútil pensar en volver a encontrarme a la persona de la que me enamoré, porque yo también soy distinto. Simplemente, aun no ha llegado nadie que me calase tan dentro del alma como tú, nadie que me haya inspirado a ser mejor, como hacías tú. Todo parece vacío, fútil; he perdido mucho tiempo buscando a alguien como tú, hasta comprender que persigo un imposible, hasta entender que quien llegue será distinta, no para construir una relación sobre unos viejos cimientos, sino para sentar los suyos propios.

Espero que esta tonta carta no te haya molestado, pero es algo que necesitaba escribirte. A veces me gusta pasearme por nuestros recuerdos, por nuestros buenos recuerdos. Ya me conoces, siempre he sido un nostálgico empedernido y bobo.

Un beso muy fuerte. Puede que después de todo, simplemente necesitara decirte que te quise más de lo que he querido nunca a nadie y que, en cierto modo, siempre te querré.

Ojalá seas muy feliz.

miércoles, noviembre 22, 2006

La Orla

Hoy he recibido una llamada del estudio fotográfico donde me hice la orla. Quieren saber si pasaré a recogerla o si, simplemente quería figurar en ella. Les he contestado que no lo sabía.

Al colgar me he quedado serio, pensativo. ¿Cómo que no lo sabía? ¿Qué clase de respuesta era esa? ¿Qué significaba?

Por un lado, quiero recoger mi orla; me hace ilusión guardar un recuerdo de mi paso por la Universidad, de mis compañeros. Me gustaría poder colgarla en mi despacho, o en mi estudio, o donde sea y sentirme orgulloso de haber formado parte de algo tan grande.

Pero otra parte de mí no quiere recogerla. Recoger la orla sería la confirmación de que, con 23 años, aún no he acabado la carrera; es más, ni siquiera nunca he trabajado en algo serio. Me entristece, mejor, me avergüenza tener ya la orla. A veces pienso que tal vez no debiera haberme hecho la foto todavía.

Recoger o no recoger. He aquí el dilema.

Sin embargo, la verdadera naturaleza de mi problema no estriba en el absurdo dilema de la orla, sino en la constatación, orla mediante, de que algunas veces tiendo a escapar de los asuntos peliagudos. Y no me gusta. Creo que en esta vida hay que dar la cara, para bien o para mal, pero siempre hay que ir de frente, con todo lo que se tiene, con todo lo que se es. Escapando sólo se consigue empeorar las cosas, y ¿sabéis qué? Al final uno nunca puede correr lo suficiente.

Pero decir es mucho más fácil que hacer. Tengo que hacer algo. Ya lo tengo. Mañana llamaré al estudio. Quiero que me preparen la orla. Quiero enfrentarme a la maldita orla. Quiero cambiar. Quiero ser un hombre nuevo, el hombre que quiero ser.

sábado, noviembre 18, 2006

Horror Vacui

Tengo la mente en blanco. Vacía. Intento escribir y no se me ocurren más que banalidades, tonterías sin interés alguno. Es desesperante.

En el iPod suena un grupo grandísimo, El Cuarto Pasajero, valencianos y amigos míos. No deja de sorprenderme el hecho de que no haya empezado a apreciarlos hasta haberlos visto en directo, el miércoles pasado en un concurso de maquetas en el Loco. Tiene narices. Les compras medio millón de maquetas, pero no los escuchas hasta que la noche, la cerveza y una banda de erasmus te arrastran hasta el local. Supongo que son cosas que pasan.

Una de coincidencias: en el concurso me encontré a una chica con la que salí hace medio millón de años (o más), que actualmente es la novia del líder de Bisiesta, el grupo que tocaba después (rivales, por tanto, de E4P). Estaba guapa, y la verdad, en su día no hubiera apostado por que hubiese envejecido tan bien…

Hay poca gente en el Messenger. Deben andar todos de fiesta, como yo hace cosa de una hora. Tal vez no debiera haber vuelto tan pronto, no sé, pero mañana quisiera ir a ver a Maxïmo Park y tampoco quiero jugármela. Lo único que sé es que no me apetecía hacer botellón.

Siempre nos pasa lo mismo: una noche que promete mucho acaba degenerando en un botellón interminable, paranoico (hay que ver cómo se ha puesto la policía en Valencia), y al final llegamos tarde y tocados a casa, incapaces de madrugar (y yo mañana tengo clase de Francés de 9:00 a 13:30). No merece la pena, la verdad, aunque me ha alegrado mucho ver a la gente del equipo, preparando la nueva temporada en Primera (¡Aúpa Atletas!)

Mañana además empiezo con el “tándem” hispano-francés. Me siento impaciente, ilusionado como un niño en la noche de Reyes. Espero que funcione bien, porque puede ser genial de cara al año que viene. Ya os contaré.

Hablando de ilusiones: ¿sabéis ya lo que queréis para Reyes? A mí me da vergüenza decirlo, pero ya casi lo sé: el nuevo Zune o una cámara de vídeo en dvd… Es lamentable que las fiestas navideñas se hayan convertido en excusa para hacer los gastos importantes del año, pero todo el mundo lo hace y parece que eso nos quite parte de la culpa, ¿o no?

Bueno, son las tantas y mis amigos ya deben de estar subiéndose a las farolas, tal vez debiera hacer los deberes de francés e irme a dormir. Mañana estaré reventado. Otra vez.

Hay que ver las cosas que a uno se le ocurren a estas horas.

jueves, noviembre 16, 2006

Todo lo que quieres

Hoy, de camino a la Universidad en el autobús, el iPod me ha regalado una canción que hacía tiempo que no escuchaba, “Everything you want”, de Vertical Horizon.

Resulta curioso que esta canción irrumpa periódicamente en mi vida, despertando la vieja nostalgia, el agobiante déjà vu que siempre suscita la misma pregunta: ¿qué pasa si he conocido al amor de mi vida y lo he dejado pasar?

Hace ya bastante tiempo que no conozco a nadie que me llegue, que me haga sentirme exultante de alegría, vivo, feliz, enamorado, y después de tanto tiempo, empiezo a plantearme si lo que estoy buscando realmente existe, si no lo he encontrado ya, o simplemente lo dejé pasar, si la oportunidad que espero ya no volverá.

Bueno, no os preocupéis, ya sabéis cómo soy… estoy enamorado del amor, aunque la verdad es que a veces me siento un poco solo. No sé, puede que sólo eche mucho de menos estar enamorado. Puede que sólo sea un viejo de 23 años. Ya se me pasará.

Os dejo con el estribillo:

He’s everything you want
He’s everything you need
He’s everything inside of you
That you wish you could be
He says all the right things
At exactly the right time
But he means nothing to you
And you don’t know why

y con el final:

I am everything you want
I am everything you need
I am everything inside of you
That you wish you could be
I say all the right things
At exactly the right time
But I mean nothing to you and I don't know why
And I don't know why

lunes, noviembre 13, 2006

El elefante anoréxico (y otras historias de la selva)

Hace cosa de un par de semanas que los medios se hicieron eco de una noticia: investigadores estadounidenses habían descubierto que los elefantes se reconocían en un espejo.

El descubrimiento, que no reviste mayor importancia que “la desde ahora consideración de los elefantes como una especie más de un grupo especial de animales, con una vida social compleja y un alto nivel de inteligencia”, me ha hecho pensar acerca de los complejos y los problemas de inadaptación de las sociedades modernas.

Porque puede que tal vez ahora que los elefantes del zoológico del Bronx tienen un espejo para mirarse y puedan compararse con sus semejantes, empiecen las envidias, los complejos e incluso se produzca un cambio en la jerarquía.

Es habitual que con la conciencia de uno mismo empiecen la inevitable comparación con todos los demás, el sano afán de superación y los enfermizos intentos de dominación. Tal vez por eso cuando un ermitaño vuelve a la civilización acaba sintiéndose miserable… porque se da cuenta de que no es nada, de que su existencia no ha supuesto nada para nadie, de que no ha cambiado nada.

Esto me lleva a un excelente libro, "Flores para Algernon", de Daniel Keyes, que narra en primera persona la experiencia de un deficiente mental al que, mediante una novedosa técnica quirúrgica, se le convierte en un genio. Y aunque el viaje intelectual del protagonista es bastante interesante, lo es más el emocional: al principio del libro, aunque todos se mofaran de él, se sentía feliz y aceptado, rodeado de amigos; sin embargo, al ir creciendo su inteligencia, al darse cuenta de lo que verdaderamente ocurría, pasa a sentirse miserable, huraño y desgraciado. Solo.

Puede que los científicos les hayan hecho un flaco favor a los elefantes regalándoles un espejo. Puede que no sea bueno saberlo todo, que un poco de ignorancia nos haga un poco más felices.

Tal vez dentro de un mes conozcamos al primer elefante anoréxico... quién sabe.

domingo, noviembre 05, 2006

Lo mejor del mundo

El insomnio, como todos los buenos amigos, ha vuelto sin avisar. Se ha traído un montón de canciones y unos cuantos viejos álbumes de fotos, que me dedico a mirar de cuando en cuando. Aunque apeste a obviedad, es increíble lo rápido que pasa el tiempo…

Entre todas esas fotos, arropado por la música de Blur (llueve en Valencia y eso invita a ponerse brit), he encontrado una en la que aparecemos mi hermana pequeña, Marta, y yo juntos en una cuna. Ella sonríe, feliz, mientras yo la miro embobado. Igual os parece una tontería, pero se me han puesto los ojos llorosos.

Recuerdo que cuando nació Marta, mis padres me dijeron: “Tu hermana es la cosa más importante que tienes en el mundo. La gente podrá ir y venir, algún día papá y mamá ya no estarán, pero pase lo que pase, tu hermana siempre estará ahí, así que tienes que cuidarla mucho.” Aunque probablemente fuera el tipo de discurso que se da para evitar que dos hermanos se peleen, es algo en lo que pienso muy a menudo.

Al cabo de un rato, cuando he vuelto a esa foto, me he dado cuenta que lo mejor del mundo es tener a alguien a quien amar incondicionalmente. Es bonito saber que serías capaz de dar tu vida por alguien sin dudarlo, sin cuestionarlo siquiera, simplemente por amor. Me he dado cuenta de que lo mejor que hay en mi mundo es mi hermana Marta, de que siempre lo ha sido… y eso me hace muy feliz.

Y… para ti, ¿qué es lo mejor del mundo?

viernes, noviembre 03, 2006

Abrazos Gratis en Valencia

Ayer me llegó este e-mail que me gustaría compartir con vosotros:

"Soy Jano, el del vídeo de "Abrazos Gratis" en Valencia. Para todos aquellos a los que os gustó el vídeo y os dieron ganas de repartir abrazos a todo el mundo os informo de que vamos a repetir la experiencia pero esta vez con muchos carteles. Se va a animar mucha gente gente, pero cuantos más seamos, mejor.

Bueno aquí va toda la info: el punto de partida será la Plaza del Ayuntamiento, el día el sábado 4 de noviembre. Cada uno pone su cartel, quedaremos allí a las 3:30.

Nosotros llevaremos bocadillo para comer en la misma plaza, y luego daremos una vuelta por el Carmen. Todo el que quiera venir por supuesto esta invitado a lo que promete ser una buena tarde."

El vídeo de abrazos gratis en Valencia lo podéis encontrar en este enlace.

¡Un abrazo a todos!

jueves, noviembre 02, 2006

No hagas hoy...

En uno de los flexos de mi habitación falta una bombilla. La anterior se fundió hace seis o siete meses, y desde entonces me veo obligado a robarle la suya a mi hermana cada vez que necesito iluminar toda mi mesa, algo que sucede bastante a menudo.

Lo que comenzó como un parche temporal ha acabado perdurando, y aunque cada vez que lo tengo que hacer me prometo a mí mismo que esa será la última vez, que al día siguiente iré a la tienda y compraré una bombilla nueva, al cabo de un par de semanas me veo en el cuarto de mi hermana, desmontando su flexo.

Me intriga esta tendencia del hombre a retrasar las cosas lo máximo posible: bajar la basura, barrer, devolver un DVD del videoclub, comprar el pan… son tareas ingratas que siempre pueden esperar, aun a sabiendas de que finalmente nos veremos obligados a llevarlas a cabo. Entonces… ¿no sería más lógico hacerlas lo antes posible para así librarnos de ellas?

Hoy he tenido que volver a tomar prestada la bombilla de mi hermana, pero es la última vez. Mañana compro una bombilla. Palabra.

martes, octubre 31, 2006

Familia

Esta tarde he pasado un rato en casa de mi abuela, revolviendo entre viejos álbumes, escuchando historias de gente que hace tiempo que murió. Tomando conciencia de quién soy, de dónde vengo, de mi familia.

Como algunos sabréis, tengo la suerte de pertenecer a una familia grande, de esas que se pueden agrupar al grito de ¡treinta y tres! en el recuento cruceril. Y aunque cada uno de nosotros es distinto a los demás, todos formamos parte del mismo puzzle, compartimos el mismo legado, la misma identidad. Somos una familia.

Pasando las páginas, no he podido evitar estremecerme al ver las fotos de mis bisabuelos, de tíos y primos lejanos, gente que nunca conoceré y que sin embargo siento cerca. ¿No resulta curioso? ¿Qué es aquello que les ha trascendido, que hace que les sienta míos a pesar de la distancia de los años? La respuesta parece simple; todos pertenecemos a la misma familia, donde todos cobramos nuestro significado. Como fibras de un mismo tapiz, somos uno y somos muchos.

Os invito a pensar un poco en vuestras familias; investigad un poco, zambullíos en vuestra historia, descubrid quiénes sois. Porque muchas veces la respuesta no consiste en saber hacia dónde vamos, sino de dónde venimos.

miércoles, octubre 25, 2006

El Dilema del Erizo

“Un erizo quería estar más cerca de sus amigos, quería que se preocuparan por él y que lo comprendieran, pero cuanto más se acercaba a los demás, más los lastimaba.”

El dilema del erizo establece, por tanto, que cuanto más cercana sea la relación entre dos seres, más probable será que se hagan daño el uno al otro; en cambio, si se mantienen alejados, tendrán que soportar la soledad.

El concepto, que conocí a través de una serie de anime (Neon Genesis Evangelion), siempre me ha inquietado. La fábula, obra de Shopenhauer, es una metáfora de cómo la gente se lastima y es lastimada por su propia imperfección e incomprensión; nuestra naturaleza, como en el caso del erizo.

Podemos imaginar a unos erizos que, en busca de calor y compañía sufren, igual que nosotros, un encuentro traumático donde al acercarse a alguien, incluso con buenas intenciones, pueden herir y resultar heridos. La mala noticia para los pobres erizos es que el mundo es hoy como un rosal inmenso: no sólo podemos salir heridos de nuestros encuentros con las personas, sino es también la propia vida la que puede herirnos a nosotros.

Sigmund Freud usó el dilema del erizo en psicología para explicar el por qué del aislamiento. Como los erizos, ante la adversidad, podemos optar por alejarnos de todo y todos, establecer una distancia de seguridad que nos mantenga alejados de los demás, que nos proteja.

Hay gente que, sin llegar a rechazar a las personas, sí rechaza aquellas relaciones serias donde pueda llegar a exponerse. No estoy hablando por tanto de personajes inadaptados, ermitaños, solitarios; sino de gente que no se enfrenta a aquello que le pueda llegar a herir, gente que niega la realidad que le hace daño. Gente que ni da ni recibe, que exige apoyo y lealtad incondicionales; si alguien les hiere, entonces es que les ha traicionado.

Muchos, para evitar ese dolor, además, optan por convertirse en armadillos: endurecen su piel, perdiendo paulatinamente la posibilidad de sentir el calor de los demás y de compartir el suyo propio a cambio de protegerse de las espinas de aquellos a su alrededor. Son gente que confunde la dureza con la fortaleza, que cree que su armadura les hace fuertes, invulnerables, cuando en realidad les convierte en unos inválidos sentimentales. La fortaleza es afrontar los problemas, no resignarse en la aceptación de los mismos.

A lo largo de mi vida he herido y me han herido mucho y, aunque he estado tentado de ello, eso no me ha hecho aislarme. Siempre he creído en los demás; tengo mucho dentro que dar, y me queda demasiado por aprender. El aislamiento, por ser una solución fácil, sólo embrutece al que la elige, y no te da casi nada a cambio.

La vida entraña cierto riesgo, es cierto, pero debemos aprender a valorar tanto las cosas buenas como las malas que nos encontramos en ella. Debemos levantarnos después de cada golpe, no dejar de dar y recibir. Debemos abrir nuestro corazón, aunque a veces hiramos, aunque a veces nos hieran, porque si no lo hacemos, nuestro paso por este mundo habrá sido irrelevante. Y eso no es una opción.

Por cierto, en realidad los erizos no tienen ningún problema en estar cerca de los demás. Cuando están relajados, sus espinas caen hacia abajo, sin riesgo de herir a nadie. Cuando viven en grupos, a menudo duermen todos juntos...

domingo, octubre 22, 2006

La Hora del Lobo

"La hora del Lobo es el momento entre la noche y la aurora, cuando la mayoría de la gente muere y cuando más gente nace; cuando el sueño es más profundo, cuando las pesadillas son más reales, cuando los insomnes se ven acosados por sus mayores temores, cuando los fantasmas y los demonios son más poderosos..."

Siempre me he preguntado por qué a veces me levanto por las noches inquieto sin poder volver a dormirme, con mil pensamientos aullando en mi cabeza, con ganas de sacarlo todo fuera. Ahora lo sé. Es la hora del lobo.

Anoche, curioseando entre blogs desconocidos, leí una reseña de una película de Ingmar Bergman: "La hora del lobo". En dicha película, un matrimonio, compuesto por Johan y Alma Borg, se muda a una isla prácticamente desierta donde Johan, un artista atormentado que se siente acechado por demonios, cada noche, al llegar la hora del lobo le cuenta a Alma sus memorias más dolorosas.

Investigando un poco, descubrí que mucha gente sufre el llamado “síndrome de la Hora del Lobo”; es decir, se despiertan en medio de la noche y pasan una hora en blanco, con mil ideas en sus cabezas. Puede que sea porque a esas horas la barrera entre lo consciente y lo inconsciente se vuelve más fina que nunca, dándole una vía de escape a nuestros pensamientos más ocultos, a cosas que creíamos haber olvidado… permitiéndonos observarnos como de otra forma no podríamos.

Si alguna vez os despertáis a la hora del lobo, no intentéis volver a dormir. Dejad que el lobo haga su trabajo… no os arrepentiréis.

sábado, octubre 21, 2006

Voyeur

Llego a casa y lo primero que hago es encender el ordenador para comprobar los blogs amigos. Puede parecer una tontería, pero la lectura de los blogs me resulta especial. No sé cómo explicarlo, pero a uno le da la impresión de asomarse a la vida de completos extraños, de gente que de cuya existencia nunca hubiera sabido nada de no ser por su pequeña aportación al caos de Internet, su blog.

En una sociedad donde cada vez comunicamos menos, el blog resulta un medio idóneo para dar salida a sentimientos, experiencias e inquietudes. Tal vez sea porque en la soledad del teclado uno puede dar rienda suelta a sus pensamientos, sin temer al tedio; porque la pantalla no juzga, sino escucha. Porque cada vez más padecemos el síndrome del náufrago, que necesita saber que no será olvidado, que su existencia no resultará irrelevante, que alguien abrirá la botella que lanzó al mar, que quedarán huellas de su paso por este mundo.

En esta noche de huevos que caen del cielo, os propongo un experimento: haced clic en el botón “Next Blog” de la barra superior, a ver dónde os lleva. Puede que descubráis que, en el fondo, no estamos tan solos.

jueves, octubre 19, 2006

Pequeños Placeres

Hablando con un amigo, me comentaba que su momento favorito del día era cuando llegaba a casa y se ponía las pantuflas. Decía que no necesitaba nada más para ser feliz; simplemente un par de zapatillas calentitas después de un día fuera de casa.

Eso me hizo pensar en los pequeños placeres de cada día. En todas esas pequeñas cosas que muchas veces no apreciamos, perdidos en nuestros grandes proyectos y expectativas. Pues bien, desde aquí quiero reivindicar el valor de esos pequeños placeres, como dormir una siesta de dos horas, o beber leche del cartón, o pegarse una ducha caliente al llegar a casa en un día lluvioso.

Os invito a que compartáis vuestros pequeños placeres. Porque sin ellos, la vida sería mucho más anodina.

martes, octubre 17, 2006

Fotocopias

Es algo que vengo observando desde hace algún tiempo. Basta con pasarse al centro de cualquier ciudad para darse cuenta de que, cada vez más, vamos conjuntados, vestidos iguales como hermanos preescolares. De que todos somos fotocopias.

Hace unos veinte años, la gente joven se enmarcada en alguna de las llamadas “tribus urbanas”: punkies, skins, siniestros, pijos, progres… cada uno tenía su espacio y su modo de vestir, y el mero hecho de salir a la calle se convertía en una verdadera declaración de intenciones.

En esa época no había Zara, y cada uno tenía que buscarse la vida para encontrar ropa, ir a mercadillos, tiendecillas ocultas de las que te habían hablado. Sin embargo, los tiempos cambian, y el vestir, como casi todo, se ha vuelto mucho más cómodo. Ya no se rebusca en mercadillos, sino que, como borregos, acudimos a la llamada del grupo Inditex.

Sólo hay darse una vuelta por el centro: mientras que la mayoría de las tiendas están completamente vacías, en el Pull&Bear o el Zara de turno casi siempre hay colas. ¿La razón? Muy simple: venden ropa barata, que aguanta como mucho una temporada y que además es lo que se lleva en ese momento. ¿Quién se puede resistir? Nadie.

Es ahí donde radica el problema: se han eliminado las diferencias, las tribus, la imaginación. Todos acabamos en Zara, probándonos pantalones, camisetas sin personalidad, engrosando las filas del ejército anónimo que, uniformado, toma las calles cada día.

Por este motivo decidí hace algún tiempo que debía restringir mis compras en Zara, que debía buscar otros lugares donde renovar mis camisetas, que iba a empezar a customizar mi mochila, que era hora de diferenciarme. Y la verdad es que está funcionando bien: hace ya mucho tiempo que no coincido con alguien, y eso es, en los tiempos que corren, una hazaña.

Una última reflexión: ¿no os parece curioso que la fiebre del tuning haya surgido precisamente en este momento?

jueves, octubre 12, 2006

Un abrazo

Aquellos que me conocéis mejor sabéis que soy una persona bastante cariñosa. En general, siempre he preferido un buen abrazo a un apretón de manos, porque éste resulta mucho más reconfortante; además, aquellos que se han acostumbrado a mi saludo, al verme abren los brazos, esperando su diaria dosis abracil.

A través de una amiga, me ha llegado un vídeo en el cual un hombre camina por la calle enarbolando un cartel en el que puede leerse: “FREE HUGS”, dedicándose a dar abrazos a todo aquél que se lo pide.

El vídeo, que ha conseguido arrancarme más de una sonrisa, me ha hecho pensar en lo necesitada que está la gente de un poco de cariño. A medida que crecen las ciudades, éstas se vuelven más impersonales y acabamos por cerrarnos en nosotros mismos: un mendigo, una anciana cruzando peligrosamente la calle, acaban por volverse parte del paisaje urbano. De hecho, si nos acercásemos a la anciana para ayudarle a cruzar, nos miraría recelosa y rechazaría nuestra ayuda temiendo ser víctima de un atraco. Y eso me resulta muy triste.

Volviendo a casa, hoy me he cruzado a una chica con los ojos llorosos. Por algún motivo la he seguido con la mirada un rato, dudando en acercarme a consolarla, o no. Parecía necesitar que alguien se interesara por ella, una sonrisa, una palabra amable, nada más. Sin embargo, me he decantado por la opción lógica: he mirado al frente y la he dejado pasar. Si me hubiese acercado a ella, lo más probable es que se hubiese asustado, sintiéndose amenazada; con todo, una parte de mí me dice que no debería haberle negado ese abrazo.

Como ir abrazando a la gente por la calle puede acabar trayéndonos problemas, os invito a hacer algo más fácil: abrazad a vuestros amigos. Abrazadles sin motivo aparente, simplemente porque les queréis. Ya veréis como, igual que pasa con las patatas fritas, una vez que empiezas, ya no puedes parar.

Porque aunque os parezca un poco tonto, si todos empezamos a abrazar a nuestros amigos, y nuestros amigos hacen lo mismo con sus amigos, tal vez un día ya no haya chicas llorando por la calle.

Un abrazo a todos. Feliz puente.

miércoles, octubre 11, 2006

Vivir para siempre

Lo siento. Sé que prometí escribir sobre cosas más mundanas, pero la idea de la Vida Eterna me mantiene despierto, dando vueltas, intranquilo. Me ha sacado de la cama con ganas de escribir un poco.

Hace unos años, pensando en la muerte de mi abuelo Gregorio empecé a madurar la idea de Vida Eterna que hasta ahora me ha resultado más convincente. La idea de un Cielo infinito, donde revolotear (¿acaso los ángeles no andan?) durante toda la Eternidad no me acababa de tranquilizar. Llamadme escéptico, pero no lo acababa de ver.

Cuando llegamos al mundo, lo hacemos solos. Excepto nuestra familia, nadie cuenta para nosotros, y nosotros no contamos para nadie. Estamos prácticamente solos.

Sin embargo, eso cambia a medida que crecemos: nuestra vida se convierte en una pasarela por donde desfilan compañeros de guardería, de pupitre, de equipo; seños, profesores… amigos. Poco a poco, nuestro mundo se ensancha, y dejamos de estar solos.

Mucha de esa gente está simplemente de paso. Llegan, hacen lo que tienen que hacer y se van, cayendo en el olvido al cabo de poco tiempo. Sin embargo, a veces llega alguien que consigue marcarnos, que nos cambia para siempre, que se queda en nuestra vida. Así, muesca a muesca, todos cambiamos, crecemos.

Dicen que somos la suma de nuestras experiencias. Yo puntualizo: somos la suma de nuestras experiencias y de la gente que pasa por nuestra vida. Porque siempre habrá una parte de ellos que vivirá para siempre con nosotros, y una parte de nosotros que vivirá para siempre con ellos.

Partiendo de esa premisa, creo que mi abuelo seguirá vivo mientras mantengamos vivo su recuerdo su recuerdo. Mientras le echemos de menos. Eso es, al menos para mí, la Vida Eterna: ser recordado por aquellos a los que quisiste. Porque yo no necesito una Eternidad; me basta con haber dejado un buen recuerdo en la gente con la que traté. Y no es poco.

Un beso, abuelo. Te echo de menos.

domingo, octubre 08, 2006

El hombre que quiero ser

Espero no estar volviéndome demasiado profundo últimamente. Aquellos que me conocéis mejor sabéis que hay temporadas en que de repente me da por plantearme las cosas, por comerme la cabeza. Supongo que sólo quiero hacer las cosas como Dios manda.

Desde que anoche vi “El hombre del tiempo”, he estado pensando en que será durante estos años cuando me convertiré en el hombre que seré el resto de mi vida. Y eso supone, al menos para mí, una gran responsabilidad. Puede que por eso me esté planteando tantas cosas últimamente, puede que por eso duerma menos, preocupado, pensando en mi vida, en las cosas que debo hacer mejor. Tengo que mejorar. Mucho. Pero estoy dispuesto a sacrificarme, y supongo que eso es un buen primer paso.

Cito a Dave Spritz, protagonista de la película: “I remember once imagining what my life would be like, what I'd be like. I pictured having all these qualities, strong positive qualities that people could pick up on from across the room. But as time passed, few ever became any qualities that I actually had. And all the possibilities I faced and the sorts of people I could be, all of them got reduced every year to fewer and fewer. Until finally they got reduced to one, to who I am. And that's who I am, the weather man.”

Esta semana de insomnio he visto a la persona que quiero ser. Y estoy decidido a llegar hasta allí, cueste lo que cueste. No me perdonaría llegar al final del camino, mirarme al espejo y ver a un completo desconocido.

viernes, octubre 06, 2006

Un simple beso

Echo de menos estar enamorado, echo de menos un beso sincero, que te corta el aliento, que te hace cerrar los ojos y perder la noción del tiempo, que te hace sentir que hay algo en el mundo que es sólo para ti; que te hace gritar de alegría, sentirte vivo.

Después de tantos años de idas y venidas sentimentales, alegrías, errores, arrepentimientos y momentos irrepetibles, me he topado con un texto que describe lo que para mí supone estar enamorado:

“Quiero estar más con ella, quiero estar con ella todo el tiempo, quiero contarle cosas que ni siquiera te contaría a ti o a mi madre. Y no quiero que ella tenga otro novio. Supongo que si tuviese todas esas cosas, realmente no me importaría tocarla o no”.

Es curioso, pero al final, mirando hacia atrás, uno se acaba dando cuenta de que lo mejor de todo eran los besos. No los desaprovechéis.

martes, octubre 03, 2006

De Satélites, Japos y Camisetas

Después de la intensa jornada de ayer en el IAC, todo apuntaba a que hoy todo el mundo estaría más relajado. Y así ha sido.

Después de llegar perdiendo el culo a la Ciudad de las Artes y las Ciencias (mi coche lleva dos días en el taller para que le cambien un simple manguito y me toca coger dos autobuses para llegar), he entrado en la sala que me ha sido asignada casi cuando empezaban las conferencias. La asistencia, bastante alta, me ha hecho prever una mañana interesante, y la verdad es que el tema de hoy (“Earth Observation Tech”) daba bastante de sí. Como prometí ayer, no os aburriré con detalles técnicos, así que sólo diré que aunque el nivel de las conferencias es muy alto, he conseguido enterarme de casi todo. ¡Tal vez las cosas que nos enseñan en Teleco al final sirvan para algo!

Y aunque dicen que el saber no ocupa lugar, a mí me había abierto el apetito, aunque no era el único. Me he encontrado a casi todos los voluntarios en la sala de arriba, esperando a recoger el ticket. Después de la experiencia en el Subway (realmente los mejores bocadillos de comida rápida que me he tomado nunca), hoy tocaba el Pans, donde no han estado demasiado espléndidos, así que ya veremos dónde nos mandan mañana…

Después de comer, antes de pasarme por Teleco, he conocido a unos estudiantes japoneses, Takashi y Nagashi. Por lo visto, están especializados en la construcción de “Water Rockets” o, lo que es lo mismo, en propulsar pequeños cohetes con gaseosa y un hinchador. Según dicen, son capaces de alcanzar alturas de 20 metros, así su demostración, que será el jueves a eso de las 3, promete. Por cierto, me han pedido que les haga de intérprete, así que si os pasáis a verlo, es probable que me veáis.

Acabaré diciendo que, por mucho que me lo prometiera el Jefe de Prensa, la camiseta que me identifica como voluntario, talla S, no ha cedido. Afortunadamente (para mí y para todos los que me tienen que ver embutido en ella), he encontrado una voluntaria con una M que le viene enorme. Mañana haremos el cambio y por fin volveré a ser persona.

Nice to meet you

Como algunos ya sabréis, hace un par de semanas me presenté voluntario para ayudar en el IAC 2006, que se celebra en la Ciudad de las Artes y las Ciencias durante toda esta semana. Como no es mi intención aburriros con detalles sobre conferencias, briefings técnicos y demás, haré hincapié en mis impresiones tras la primera jornada de este 57 Congreso Internacional de Astronáutica.

En primer lugar, quisiera destacar la calidad humana de todos los participantes: hoy he tenido la oportunidad de tratar con la plana mayor de la industria aerospacial con una normalidad increíble. Sin duda, lo que más me ha sorprendido es el enorme interés que se pone en los estudiantes. Es habitual entablar conversación con los congresistas, que se muestran realmente interesados en nuestros estudios: qué hacemos, qué queremos… Y eso es algo que, fuera de este foro, sería completamente impensable.

Y es que este Congreso tiene algo: es muy sencillo hablar con todo el mundo, todo son sonrisas y la gente está deseosa de pasárselo bien. Así da gusto.

El botín de la zona de expositores ha sido bastante variado: un par de pines japos, un póster muy chulo de la ESA, pegatinas de la CSA y un pack con un llavero y un boli coreanos. Como he ido por la tarde, algunas cosas se habían acabado, así que mañana intentaré pasarme temprano, a ver qué pillo.

Hoy acabaré destacando la importancia del inglés en este tipo de reuniones: desde que se entra al recinto, hasta que se sale, sólo se habla en la lengua de Shakespeare. Y para los más pesimistas, un aviso: aunque el español medio tiene un pésimo dominio del inglés, franceses, italianos, chinos y japoneses son aún peores. Y eso ya es decir.

Por cierto, ¿sabíais que la Estación Espacial Internacional pesa 186,000 Kg? ¡De bolsillo, vamos!

jueves, septiembre 28, 2006

Insomnio

Anoche no podía dormir. Metido en la cama, lidiaba con pensamientos que me habían abandonado hace años, y que volvieron de repente para agitar mi conciencia.

Supongo que, como todo el mundo, durante estos últimos años, he conocido y despedido a mucha gente. Sin embargo, me resisto a aceptar que algunas de esas personas hayan abandonado mi vida para siempre; albergo la tonta esperanza de que un día, como sus recuerdos, irrumpan de nuevo en mi vida y volvamos a empezar de cero, una amistad nueva, algo distinto.

Buceando, pues, en mi iPod, mientras intentaba conciliar el sueño encontré esta canción de Kings of Convenience, “I don’t know what I can save you from”, y me di cuenta de que tal vez no sea tan difícil; tal vez baste con llamar a una puerta para que te la vuelvan a abrir.

You called me after midnight,
it must have been three years since we last spoke.
I slowly tried to bring back
the image of your face from the memories so old.
I tried so hard to follow,
but didn't catch a half of what had gone wrong,
said "I don't know what I can save you from. "
I don't know what I can save you from.
I asked you to come over,
and within half an hour,
you were at my door.
I had never really known you,
but I realized that the one you were before,
had changed into somebody for whom
I wouldn't mind to put the kettle on.
Still I don't know what I can save you from.
I don't know what I can save you from.

domingo, septiembre 24, 2006

Mariconadas, las justas

Estoy muy indignado. No cabe otra palabra. Una cosa es que respetemos lo que cada uno hace en su casa, y otra que tengamos que tolerar lo que no se puede calificar sino de ataques sexuales. Porque si yo hubiera actuado del mismo modo con una chica, no me cabe ninguna duda de que ahora mismo estaría en una comisaría.

Describiré la situación: hace una semana quedé con unos amigos para ir a escuchar un concierto de jazz en el Black Note. El concierto prometía: Ximo Tébar y su banda, y el ambiente estaba bastante guay. Nos apostamos a un lado del escenario, gin-tonics en ristre y esperamos a que empezara el concierto. Hasta aquí, sin problemas.

Al cabo de media hora, como seguía calado por la lluvia que nos había pillado de camino, decidí ir al baño a intentar secarme un poco. Y allí comenzó mi calvario. Cuando llevaba un par de minutos dentro, entró un chaval que tendría más o menos mi edad, melenita, camiseta y vaqueros. Tras intercambiar los clásicos comentarios de cuarto de baño (“el concierto está guay”, “la verdad es que el batería toca genial”), me dirigí hacia la salida… y de repente noté algo. Sorprendido constaté que el otro chico no sólo me había tocado el culo, sino que me lo había pellizcado. Le miré, lo aparté y salí avergonzado del baño. No paraba de repetirme que había malinterpretado al chaval. Sí, había sido eso, sin duda, así que no tenía por qué comerme la cabeza…

Y aunque no entraba en mis planes iniciales, las cervezas que nos habíamos bebido antes empezaban a hacer su efecto; así que, muy a mi pesar, me levanté para ir al baño. El destino, tan caprichoso, quiso que al poco de entrar yo, lo hiciese también el chaval de antes. Pero no pasaba nada, sólo era una coincidencia.

Y en efecto, al principio no pasó nada. “Eres un paranoico, Javi”, pensaba. Pero cuando me estaba lavando las manos, intentó entablar conversación conmigo: que si el pianista no estaba a la altura, o la chica que cantaba sonaba “muy negra”, y cosas por el estilo. Pero, harto de tentar a la suerte, yo sólo quería irme de allí, así que repuse educadamente que tenía que volver; me dí media vuelta y… ¡otra vez! ¡ese tío había vuelto a tocarme el culo! Ya no había duda: ¡ese tío acababa de tocarme el culo! ¡Tenía que hacer algo! Así que me giré, le empujé y le dije: "¿de qué vas?" Él me miró asustado y empezó a disculparse, para, de repente… ¡tocarme la entrepierna! ¡eso sí que era un ataque sexual en toda regla! Le empujé de nuevo (le metí en el urinario) y salí de allí. No quería líos.

Aunque creo que hice lo correcto, no paro de pensar en que tal vez hubiera debido hacer algo más, “defenderme”. Me obsesiona la impunidad con la que actuó ese tío, el que no hubiera nada que yo pudiese hacer sin montar un escándalo ridículo, lo que me hace volver al tema de un viejo artículo, “Por una tolerancia inteligente”, pero… ¿qué hubierais hecho vosotros en mi situación?

martes, septiembre 19, 2006

Decisiones

Hace ya algún tiempo que me di cuenta de que el rumbo de nuestras vidas viene marcado por pequeñas decisiones. Y es algo que nunca ha dejado de inquietarme. ¿Cómo acertar? ¿Cómo saber si uno se ha equivocado? Supongo que simplemente no hay respuesta para eso. Uno simplemente sigue el camino que ha elegido.

Pues bien, después de mucho tiempo vagando por un camino equivocado, creo que estoy tomando las buenas decisiones. No sé por qué, pero lo siento. He vuelto.

Espero que todos encontréis vuestro camino.

domingo, septiembre 10, 2006

Dios proveerá

Hoy he sabido a través de elmundo.es que los padres de Benedicto XVI se conocieron a través de un anuncio en un diario católico. El anuncio rezaba: "Modesto funcionario del Estado, soltero, católico, de 43 años, con derecho a pensión, quiere contraer matrimonio con una muchacha católica, que sepa cocinar y a ser posible coser".

Esto me ha hecho pensar en el papel que desempeñan ciertas redes sociales (un término muy de moda) a la hora de buscar pareja.

Sin necesidad de buscar demasiado, encontramos el caso de Carles: lo que parecía un viaje puramente espiritual a Taizé, desembocó en una relación que ya dura un par de años. Y todo el que esté medianamente familiarizado con Xaire (el grupo de Fe del Colegio del Pilar) sabrá que allí se sigue una política que podríamos llamar “todos con todos, pero sólo entre nosotros”.

Pero estos no son casos aislados: el Vedat y el Gualadaviar; fraternidades, el coro de la parroquia… son otros ejemplos de cómo la búsqueda espiritual no tiene por qué llevar exclusivamente a Dios…

Por esto hoy, que es domingo, me planteo que tal vez sea el momento de volver a acudir con más asiduidad a misa; tal vez Dios tenga algo pensado para mí...

sábado, septiembre 09, 2006

La Rifa de Gran Hermano

Hace un par de días que empezó la nueva edición de Gran Hermano. Para el que haya vivido fuera de la Tierra (después de lo que le han hecho al pobre Plutón, me da miedo llamarle Planeta Tierra) durante la última década, diré que Gran Hermano es un “experimento sociológico” que se viene repitiendo de forma televisada durante los últimos ocho años.

Dicho “experimento” (la verdad, me parece un modo demasiado generoso de llamarlo), consiste en encerrar juntos a una docena de estereotipos. En la casa podemos, por tanto, encontrar empresarios ligones, soldados traumatizados, ex prostitutas, buscavidas, musculitos de gimnasio, vírgenes acomplejadas, madres solteras… Lo fundamental es que se trate de gente sin demasiadas luces, desinhibida, intolerante, vaga y, en las últimas ediciones, bastante guarra.

Visto así, parece mentira que media España (y la otra media, aunque no lo reconozca) esté pendiente de las andanzas de la casa de Guadalix de la Sierra. Porque de eso no hay duda: en términos de audiencia, el programa continúa en forma; parece como si los españoles nunca nos cansásemos de, año tras año, tragarnos la misma basura.

El hecho sobre el que quería llamar la atención es una de las novedades de esta edición. En un intento de “democratizar” Gran Hermano (personalmente, nunca he visto demasiada transparencia en los criterios de selección), se hizo un llamamiento popular: se rifaría una plaza en el programa entre todos los que acudieran al plató. En un país como este, la respuesta era bastante previsible: desde la madrugada del día anterior, la gente se acumulaba a las puertas del estudio para, según las entrevistas que les hacían a pie de calle “no pegar un palo al agua nunca más”.

Al final, como estaba previsto, se llevó a cabo el sorteo. Sin embargo, hubo un problema: alguien confundió un 7 con un 1 (ya he dicho antes que no tenían demasiadas luces), entrando en la casa el aspirante número 133 en lugar del 733. ¡Debacle!

Pero la tele es justa. Ha comenzado un llamamiento al desafortunado 733, con la intención de que se incorpore al programa en los próximos días.

Así comienza Gran Hermano VIII. Y espero que sea el último. No sé, ¿acaso no sería posible que, de repente, la gente abriese los ojos y se diese cuenta de que hay que dejar de alimentar al monstruo? Ya sabéis, siempre he sido un iluso…

jueves, septiembre 07, 2006

La cafetera

En pleno repaso del examen de mañana, hago un inciso para prepararme una cafetera. No es capricho, sino tradición.

Hace ya algunos años que me aficioné a beber café durante las tardes de estudio: evita que me pase con la coca-cola, está bueno y además me despeja y reconforta. Además, encuentro una pequeña satisfacción al preparar un buen café.

Mientras espero al borboteo que me indica que mi café está listo, aprovecho para poner en orden mis ideas, organizarme el resto del día, pensar en esas pequeñas cosas que marcan la diferencia.

Hace algún tiempo mi padre compró una cafetera Nespresso. Es limpia y el café siempre es excelente. Pero ya no hay borboteo.

Por eso, cuando estoy de exámenes, rescato la vieja cafetera del armario para, de nuevo, con su borboteo, sentir que hay cosas que nunca cambian.

jueves, agosto 31, 2006

Odio Septiembre

Es Miércoles, 30 de agosto de 2006. Hace un rato que ha empezado a llover, pero sigue haciendo bastante calor en Valencia. Son las tres y media de la mañana. Yo sigo despierto. Estoy estudiando.

Hago una pausa para ir a por agua a la cocina y, por enésima vez en lo que va de noche, una frase vuelve a mi cabeza. Odio septiembre. Lo odio muchísimo.

Después de cinco años en la Universidad, se me sigue haciendo raro el tener que estudiar en verano, como si no fuera conmigo, como si todas estas largas noches de estudio fueran un mal trago que nunca más se repetirá.

Es curioso. Dicen que mientras uno se acostumbra muy rápido a las cosas buenas, nunca se acostumbra del todo a las malas. Compruebo, una vez más, que es cierto.

Pero ya vuelvo a mis libros, a mis apuntes, a mi trabajo. Porque la verdad es que ya queda menos para demostrar que puedo, para demostrarme, de una vez, que esto no se repetirá.

jueves, agosto 24, 2006

Crónica de un FIB anunciado, Parte II

La visión del camino de la muerte nos dejó un tanto decepcionados: ni venta de drogas, ni ataques, ni nada… ¡se nos había caído un mito! Afortunadamente, la constante presencia de guiris semidesnudas a causa del calor hizo que la experiencia no nos resultara del todo traumática.

Por fin estábamos a las puertas del FIB. La gente se apelotonaba en las colas de entrada, donde unos seguratas lidiaban con unos fibers que, como nosotros, estaban histéricos porque el concierto de Babyshambles había empezado. No es por nada, pero la imagen tenía un punto poético que no pasó desapercibido a ninguno de grupo… menos a Lopa (que antes no se había quitado la camiseta).

Sin tiempo para mirar el mapa, entramos directos a la carpa fiberfib.com, donde ya no cabía nadie. Para muchos el concierto de BabyShambles iba a ser de lo mejorcito del FIB, y nadie se lo quería perder, así que, tambaleantes a causa de la cerveza y el calor, tuvimos que abrirnos paso a empujones hasta conseguir hacernos un poco de hueco a mitad de carpa, en el lado derecho.

Pero nuestro esfuerzo mereció la pena; hacía un calor increíble, es cierto, pero el concierto fue genial. Además, el calor es algo que se debe asumir en una carpa fibera: pese a que la organización no dejaba de rociarnos con agua, el calor de los cuerpos cada vez pesaba más, hasta que al final lo olvidabas.

Doherty, entonces, cumplió: aunque el concierto no fue gran cosa (el registro de BabyShambles da para lo que da), fue muy divertido, muy gamberro. Además, el momento "Fuck Forever" fue apoteósico.

Al acabar el concierto, tocaba reponer fuerzas: compramos unos gofres, y mi queridísimo Viana (un colega de teleco) se encargó de que mi vaso no estuviese nunca vacío… Una vez se nos pasó el sofoco de la carpa y llenamos el estómago, volvimos a ser personas, y nos lanzamos a descubrir lo que el FIB podía ofrecernos.

Tras un breve reconocimiento del terreno (al final del día seguía con la sensación de no conocer todo el recinto), les presenté a todos a mi amiga Marta de teleco, que estaba de voluntaria. Puede que haya quien lo intente desmentir, pero el feeling con Javi DJ fue evidente desde el primer momento…

Sin embargo, no todo era encontrar el amor en el FIB: habíamos venido a por música, y por eso abandonamos el mundo mágico de los corazoncitos: en la carpa, the Walkmen nos entretuvo mientras hacíamos tiempo para que empezase el concierto de the Futureheads, decisión que luego lamentamos: aunque en la carpa nos lo pasamos genial, en el Verde lo tuvimos crudo para poder ver a la última sensación británica. A lo lejos, pues, pudimos corear el “ayayaya…” de "Man Ray", y de paso, conocer a algunas amables guiris… que tampoco nos hicieron demasiado caso. (Nota mental: a partir de ahora llevar siempre la camiseta, como dice mi hermana… tengo un “cuerpo raro”).

Tras the Futureheads, hicimos otro pequeño parón: era la hora de cenar, Marta tenía que volver a su stand, y Pablo quería darse una pequeña vuelta por la zona VIP (seguro que sólo para recordarnos que él era un VIP).

Casi todos nos decantamos por la pizza, y casi todos nos enfrentamos al mismo problema… ¡la pizza era enorme! ¿Cómo comerla? Pues bien, como buenos guarruzos fiberos, doblamos la pizza en dos y rezamos para que el tomate y los champiñones que iban cayendo al suelo no nos mancharan nada. Como después de cenar nos sobró algo de tiempo, Páncrat y yo aprovechamos para hacer una de esas cosas casi obligatorias en todo festival: comprar unas camisetas, decantándonos finalmente por unas de Arctic Monkeys. Como era de esperar, nos las pusimos e íbamos por todas partes diciendo que éramos hermanos…

Cuando la historia de las camisetas empezaba a cansarnos (tentado estuve de comprar una en la que decía "Follo mejor que bailo"), en el parquecito empezaron a escucharse los primeros acordes de the Pixies. En las imágenes de las pantallas gigantes, parecía que la gente se lo estaba pasando bien, así que pensamos que sería una buena idea acercarnos para allá.

Pero nos habíamos equivocado. Ir allí había sido una mala idea. Cuando no habían pasado diez minutos desde nuestra llegada, el concierto se suspendió por temor a las avalanchas. Como no sabíamos cuando se reanudaría, aprovechamos para ir al baño, comprar un par de cervezas y ganar posiciones junto a un grupo de guiris… De la reanudación recuerdo poco, a excepción del mítico "Where is my mind?", que sonaba al final de El Club de la Lucha.

Acabaron los Pixies y, tras un par de intentos frustrados de entablar contacto internacional, decidimos volver a la zona comercial (donde el corazón de Javi DJ latía con más fuerza) y recuperar fuerzas de cara a the Strokes, que empezarían una hora y media más tarde…

(continuará)

jueves, agosto 17, 2006

Crónica de un FIB anunciado, Parte I

Durante semanas parecía que el día no iba a llegar. Que iba a pasar algo. Que me iba a quedar sin FIB; que tantos meses de cuidadosa planificación, mentalización y captación de efectivos se iban a quedar en nada. Parecía que las hojas no quisieran caer del calendario, que nunca llegaría el 21 de julio…

La clase de francés resultó más interminable de lo habitual; ataviado con mis pantalones cortados la noche anterior (me quedaron que ni el de la barba de bricomanía), la camiseta más rockera que encontré en mi armario y unas All-Star nuevecitas, visualizaba los conciertos de los que esa noche sería partícipe mientras apretaba con fuerza mi entrada, el más preciado de mis tesoros en esos momentos. Fuera esperaban Jorge, Álvaro y Pablito, que con su incombustible Golf nos había librado del viaje en tren hasta Benicassim…

Al llegar, tras hacer una parada para que Pablito recogiese su entrada VIP (como se encargó de recordarnos durante todo el día), nos acercamos a retirar las pulseritas amarillas que, un poco más tarde, nos permitirían la entrada al recinto… ¡por fin éramos fibers!

La siguiente parada era la casa de Javi DJ, el miembro más anti-fibero del grupo (él no se mezcla con guarros), que gracias a su hermano (el incombustible Gololo) había conseguido un par de entradas, lo que significaba que tanto él como su “sosi”, Lopa, se unirían al grupo. Y fue durante el trayecto a su apartamento cuando nos dimos cuenta de una cosa: el FIB, entre otras muchas cosas, significa calor y cansancio. A un dan-up de distancia de un Mercadona atestado de guiris, llamamos al DJ para que pasara a recogernos. El calor era insoportable.

Dice la sabiduría popular que lo mejor para el calor es un buen chapuzón; y como la opción de Aquarama (la aventura te llama) no tenía demasiada fuerza, acabamos comiendo en el barco de los Aznar… La travesía nos sirvió para animarnos, visitar una playa nudista (frente a la que nos bañamos, aunque sólo los Javis hiciésemos “palmerita”), y empezar a beber cerveza, algo que ya no pararíamos de hacer en todo el día.

Pero ya tocaba volver. Al pisar tierra, cambiaron los semblantes. Nadie lo dijo, pero todos sabíamos que en ese momento empezaba lo serio. Mudamos nuestros cortos y casposos bañadores por unos más apropiados atuendos fiberos, y pusimos rumbo al recinto, haciendo una pequeña parada en el Mercadona para comprar cinco o seis litronas, que en un ejercicio de ingeniería (no hace falta que diga que se me ocurrió a mí), refrigeramos con maestría. El calor apretaba y aunque la cerveza estaba fría, todos fuimos despojándonos de nuestras camisetas. ¿He dicho todos? Quería decir todos menos Lopa. De hecho, uno de los grandes momentos del FIB fue aquél en el que todos (menos Lopa) nos quitamos la camiseta.

Medio en bolas y mareados, cada vez estábamos más cerca. El concierto de Babyshambles empezaría en breve, así que apretamos el paso y, por fin, como si de un oasis se tratara, el camino de la muerte se abrió ante nosotros. Habíamos llegado.

(continuará)

jueves, julio 06, 2006

Por una tolerancia inteligente

Como todos sabemos, vivimos en un país en el que protestar está bien visto. A diario, nuestros telediarios se ven salpicados de imágenes de manifestaciones, marchas o charlas en contra de esto o aquello, donde los organizadores, aupados en el atril que la televisión pública les ofrece, nos adoctrinan acerca del amor libre entre hombres y animales, el libre uso de drogas, la adopción homosexual y demás mamarrachadas.

Amparados en la manida “libertad de expresión”, a menudo nos vemos obligados a soportar discursos absurdos, en ocasiones incluso insultantes, ante los que no podemos protestar a riesgo de convertirnos en unos “fascistas” y “represores”. Y no es algo nuevo.

He leído en el periódico que el colectivo homosexual tiene la intención de manifestarse en Valencia durante la visita de Su Santidad Benedicto XVI, en lo que han venido a llamar “reivindicación de sus derechos”. Una vez más, toca tragar impasibles ante tal desfachatez.

El colectivo gay en España hace tiempo que dejó la marginalidad, pasando a convertirse en un ente ubicuo: basta con poner la televisión a cualquier hora del día para comprobar que todo programa que se precie tiene en nómina su preceptiva maricona. Sin embargo, este colectivo continúa con sus “reclamaciones históricas”, amparado en el victimismo que tan lejos les ha llevado y que, además, les convierte en intocables. ¿O acaso ir contra ellos no supone un suicidio social?

No quiero decir con esto que esté en contra de la homosexualidad: siempre que sea consentido, lo que cada uno haga de puertas para dentro es algo de su exclusiva incumbencia. Además, un gay, siempre que no sea una locaza, no deja de ser un tío normal, respetable.

Lo que encuentro realmente mosqueante en la noticia no es la manifestación en sí, sino que se haya elegido una ocasión tan señalada para llevarla a cabo. Por lo visto, para un colectivo que clama al cielo en pos de mayor comprensión social, de mayor tolerancia, el respeto hacia las creencias de sus convecinos no es algo demasiado importante; o lo que es lo mismo: mientras todos tenemos que aguantar que Pepe y Juan, para horror de muchos, se paseen medio en bolas por la ciudad en una carroza rosa, encontramos que una visita de una magnitud como la de Su Santidad, no merece para ellos el mismo respeto, ni por el Papa, ni por los fieles que congregará.

Es triste comprobar de nuevo que nuestra Iglesia es repetidamente vapuleada en público por un montón de gente que se ampara en su “libertad de expresión y de credo”, no permitiendo, eso sí, que se juzguen sus creencias y formas de expresión con sus mismos criterios.

Por todo esto, creo que ha llegado el momento de decir basta.

Basta ya de mamonadas, basta ya de ser “políticamente correcto”, basta ya del “compañeros y compañeras” que tanto me chirría al oído, basta ya de tragar con los victimismos, basta ya de sentirnos culpables por ser normales. Para mí, se ha acabado el tolerar lo intolerable, porque desde hoy pienso ejercer una tolerancia inteligente.

martes, junio 13, 2006

FIB, día 3: Domingo

Por fin, el domingo. El gran colofón al FIB Heineken 2006 para aquellos que no nos acerquemos a la fiesta de la playa (a la que sólo llegan los ingleses y los niños psicotrópicos). Y tal vez por eso, cambia un poco el rollito del FIB: después de la caña del sábado, llegan sonidos más electrónicos, no por ello menos bailables. En fin, que será una despedida a lo grande, como toca.

Placebo presentará su nuevo disco en el FIB. ‘Meds’ es un disco genial, muy en la línea de sus anteriores trabajos, con un sonido único, inolvidable. Para el que no los conozca bien pudiera ser interesante bajar también sus discos 'Sleeping with ghosts' y 'Once more with feeling', porque el concierto tiene visos de convertirse en un popurrí de himnos. Es el concierto que más lamento no poder ir a ver.

Depeche Mode y su despliegue de música electrónica vuelven al FIB una vez más. Creo que el nombre ya lo dice todo. Son los número uno.

Humbert Humbert es un grupo que desde hace un tiempo gana adeptos a pasos agigantados. Pasarán por el FIB en un verano muy festivalero, y tienen una puesta en escena bastante curiosa, con una guitarra súper potente y un cantante algo excéntrico... Un poco punkarras, pero de los buenos.

La mayor de las sorpresas que nos reserva el domingo se llama We are scientists. Su disco, 'With love and squalor'. Son descarados, cañeros y muy, muy buenos. Además, la gente que los ha podido ver en directo dice que son increíbles. De lo mejorcito que se pondrá en liza este domingo, así que considero imprescindible ir a verlos.

Es bastante posible que la organización relegue a una carpa a The Rakes, y es igualmente probable que se quede pequeña. Este grupo perteneciente (otro más) a la nueva hornada de bandas británicas, hace un pop muy directo, sin adornos, fácil de escuchar en cualquier momento. Algunas canciones me recuerdan a Damon Albarn y a the Beatles, llamadme loco... Su disco, 'Capture'. Las canciones, 'Retreat' y 'Open Book'.

Aunque no lo conozco, incluyo en esta lista de imprescindibles de cara al FIB a Yann Tiersen, porque si no Alfonso me mata. Dicen de él que es un gran músico, y su oportunidad tendrá para demostrarlo. Al curioso que quiera saber más de él, le remito a la banda sonora de Amelie, que él compuso.

Me dejo a muchos grupos por comentar, y puede que haya tenido algún desliz… A los que lo consideréis así, os pido disculpas, ya que mi única intención era orientar al recién llegado al mundo del FIB para que disfrute a tope de la experiencia. ¡Buen FIB!

PD: Ando detrás de un disco que regalaba la revista británica Q Covered el mes pasado con versiones de canciones, interpretadas por lo mejorcito del Britpop; entre ellas, una versión del 'What you waiting for' de Gwen Stefani (por cierto, su disco 'Love Music Angel Baby' es realmente bueno), interpretada por Franz Ferdinand. Si alguien lo encuentra, que por favor me diga dónde...

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