sábado, mayo 26, 2007

Cursillos de Democracia

La campaña electoral de las dos últimas semanas me ha servido para constatar que la radicalización de España avanza con paso firme en el camino de la constante crispación.

Desde hace unos meses, leer el periódico se ha convertido en un ejercicio de espíritu crítico, de periodismo de investigación. Los paladines de los dos grandes partidos se cruzan acusaciones desde las tribunas de El Mundo y El País. El lector, ante puntos de vista tan dispares, acaba sin saber a quién creer. Incapaz de determinar quién dice la verdad y quién miente, al final uno siempre acaba creyendo a aquél que le dice aquello que quiere oír.

Realimentados con nuestras propias ideas, ya no aprendemos nada nuevo.

Incapaces de creer nada que venga del otro lado, hemos dejado de cuestionarnos nuestro voto. ¿O quién se ha leído al menos dos programas electorales? Nadie. Cegados por nuestra obsesión partidista, por ese gregarismo nietzscheano de banderas, eslóganes e himnos, descalificamos todo lo que venga de fuera. Y, poco a poco, esa autarquía política acaba convirtiendo las urnas en un campo de batalla donde nos enfrentamos todos contra todos.

Nadie gana hasta que no gane nadie.

Y la culpa es sólo nuestra. Asentada la política en el circo televisivo, conectamos expectantes con el Congreso, esperando nuestra ración diaria de insultos, descalificaciones y faltas de respeto; la carnaza nuestra de cada día que acude siempre puntual a la cita y que parece que nunca se vaya a acabar.

Pues bien, creo que ha llegado el momento de poner fin a esta situación. Para hacerlo, se me ocurre la conveniencia de enseñar democracia en las escuelas, igual que se hace con la ética y la religión. Porque nada cambiará realmente hasta que los españoles aprendamos a vivir la democracia con la responsabilidad y el respeto que se merece. Hasta que empecemos a respetarnos a nosotros mismos.

Por eso, por la democracia, por nosotros, os invito a dedicar unos pocos minutos de vuestra ajetreada jornada de reflexión a la lectura crítica de los programas electorales de unos y otros; a pensar en los verdaderos motivos que dirigen nuestro voto en una u otra dirección; a votar en blanco, si ninguna de las opciones nos parecen buenas. A actuar, en definitiva, como buenos demócratas.

Porque conseguir la democracia que queremos sólo depende de nosotros.

jueves, mayo 24, 2007

Apatía

Hay días que es mejor no levantarse. A veces, son semanas.

Me siento cansado. Demasiado cansado para sentir. Apático, me enfrento a mi plana rutina, carente de estímulos. A esa rutina que como un rodillo acaba con mis ánimos, que me mantiene siempre ocupado y no me deja pensar.

Me siento cómodo en mi asiento de primera fila, desde donde asisto impasible al espectáculo de mi vida. Mi corazón, imperturbable, no late.

Frente a mis libros, cierro los ojos por un segundo. Me doy unas vacaciones de mis preocupaciones, del mundo, de mí mismo. Cuando los abro, retomo la lección donde la había dejado.

Porque en exámenes sólo hay tiempo para una cosa.

Ya queda menos.

viernes, mayo 11, 2007

El dueño de la pelota

Algunas de las lecciones más valiosas de la vida se aprenden jugando.

El otro día vi a un grupo de niños jugando a fútbol en el patio del colegio. Llamaba poderosamente mi atención uno de ellos, un chaval delgado y paticorto que entraba durísimo y gritaba sin parar.

Resultaba curioso ver cómo todos sus compañeros se plegaban ante sus caprichosas exigencias y su creativo arbitraje. Juez y parte, el dueño de la pelota amenazaba a voz en grito con expulsar del partido a aquél que le hiciera un caño o le metiera un gol. Y todos tragaban.

Porque el dueño de la pelota sólo juega con sus reglas.

Mientras volvía a casa vinieron a mi mente aquellos que, cuando yo era un niño, fueron los dueños de la pelota. Recordé cómo su pequeño régimen se veía sacudido cuando llegaba un chico al que no le importaba compartir su balón con todos; y cómo ellos comprendían entonces que su despótica actitud les dejaba sin amigos cuando nadie quería su pelota.

Ayer el niño gritón volvió a mi mente en forma de correo electrónico.

El mail era de un viejo amigo al que no veía desde hacía algún tiempo y del que últimamente sólo sabía lo que leía -o veía- esporádicamente en su blog. En unas pocas líneas, mi amigo me pedía educadamente que borrara el enlace a su blog que hay en el mío, porque en esta nueva etapa de su vida -decía- en la que todo le iba genial, no quería conservar el frío recuerdo de los de la etapa del Pilar. Porque, insistía de nuevo, quería acabar con todas las conexiones que le quedaban con nosotros.

Nunca tan pocas palabras me hicieron tanto daño.

Es doloroso pensar que un mail de tres párrafos sea suficiente para dar carpetazo a una amistad que ha durado más de una década; que un puñado de palabras pretendan borrar de mi memoria las tardes que pasamos fusilando las canciones de Sabina en el piano de su casa, las interminables sesiones de cine que apretujados en los sofás de su salón disfrutamos cuando sólo él tenía aire acondicionado en casa, las tardes jugando a la play, los piques, las fiestas, las risas… ¿Cómo puede pedirme que le olvide a él, a un amigo con el que he crecido?

Y aunque yo puedo negarme a olvidar, me parece deplorable que todo lo que hemos vivido juntos ya no signifique nada para él.

Resulta especialmente lamentable que el motivo de nuestro distanciamiento no fuera otro que una desafortunada confusión en la que nadie ganó nada y todos perdimos. Que parezca obviar que él hizo imposible la reconciliación al mostrarse inflexible, negándose a aceptar su parte de culpa en el asunto, cruzado de brazos como un niño gritón al que todos tuvieran que hacer caso porque él es el dueño de la pelota.

Sólo que esta vez no había pelota, y él se quedó, como el niño caprichoso que no maduró, solo.

Espero que él comprenda mi decisión de mantener el enlace de su blog en el mío, como yo he comprendido la suya de borrarlo.

Y aunque lo fácil hubiera sido plegarme a sus deseos para evitar situaciones incómodas, he decidido no hacerlo porque aun espero que un día comprenda que ceder no es de débiles, sino todo lo contrario.

Porque quiero que sepa que aun no doy nuestra amistad por perdida.

Porque con mi pelota, jugamos todos.

miércoles, mayo 02, 2007

Reconocimiento

Se ha montado hoy un gran revuelo por el tema de la chica que ha firmado algunos textos míos como suyos, y me gustaría zanjar el asunto.

Muchas veces, cuando le preguntan a un artista famoso qué es lo que le impulsa a crear, éste contesta: el reconocimiento.

Siendo sincero, la primera reacción ante la noticia del plagio ha sido de orgullo. Me he sentido terriblemente halagado. ¿De verdad alguien considera que mis textos son suficientemente buenos como para hacerlos suyos? ¿He conseguido tocar el corazón de alguien?

Y mientras se sucedían los cruces de comentarios, no podía parar de pensar que no puedo enfadarme con alguien porque le guste lo que escribo. No tendría ningún sentido.

Puede que todo el problema sea por el modo en que se han hecho las cosas. Dice mi amigo Álvaro (que blogs lee unos cuantos) que lo normal en estos casos es referenciar la fuente del texto, reconocer el trabajo del verdadero autor.

Todo lo que ha ocurrido hoy me ha impulsado a proteger el blog con una licencia de Creative Commons. Cualquiera podrá utilizar mis textos, modificarlos y distribuirlos siempre y cuando diga de dónde provienen.

Porque a mi, como a todos, también me gusta tener mi de trocito de reconocimiento.

Insomnio

A oscuras, lo vuelvo a intentar. Cierro los ojos con tanta fuerza que mis lágrimas mojan la almohada. Cierro los ojos esperando caer inconsciente. Es lo único que quiero. Olvidarlo todo y caer inconsciente. Descansar.

Pero mis pensamientos no me conceden una tregua esta noche.

Es curioso el tipo de recuerdos que te vienen a la mente a estas horas. Repaso en pocos segundos algunos de los momentos más importantes de mi vida; también algunos de los más intrascendentes. Pasan tan cerca unos de otros que acaban pareciendo el mismo recuerdo, hasta que forman una imagen mía. Y entonces, empieza.

Hace tiempo llegué a la conclusión de que es imposible cambiar el pasado. Estaría bien, pero no se puede. Sin embargo, lo que sí que podemos hacer es analizarlo para ver qué hicimos bien y qué hicimos mal. Repasarlo, desmenuzarlo, comprenderlo. Comprendernos.

Revivo desde entonces cada una de mis recuerdos. Lo hago en primera, en segunda, en tercera persona; analizo lo dicho y hecho, lo varío, intentando adivinar las consecuencias de haber actuado de otro modo. Mil veces me pregunto: ¿por qué fui tan estúpido?

Con la perspectiva del tiempo es fácil tomar decisiones.

Pasan un par de horas hasta que mis recuerdos deciden darme una tregua, dejándome con un enorme sentimiento de desamparo, con el miedo al fracaso, a equivocarme. Con la sensación de saber que a partir de ahora tengo que hacer las cosas bien. Porque ya no hay más opciones.

Por fin puedo dormirme.

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