La Rana y el Escorpión
Hoy desayunaba mientras los restos del párking de la T4 ardían. Pero yo no lo sabía. Mientras me duchaba, la policía y los bomberos evacuaban la terminal, para luego zambullirse en el caos de humo y cascotes. Una columna de humo se elevaba en el cielo, y ya se podía ver desde el centro de
Ha sido mi hermana la que ha llamado a mi puerta y me ha dicho: “Javi, ha habido un atentado en Madrid, ven a verlo”.
Y mientras veía por televisión las imágenes del párking destruido, del humo, de la gente en las pistas de aterrizaje, me sentía cada vez más desconcertado e indignado. Furioso. Igual que la gente que se había enterado antes, mientras yo permanecía ignorante. Igual que la gente que se enteraría después.
Poco a poco, se iban sucediendo las declaraciones: Rajoy, Rubalcaba, Otegui, Rodíguez (Zapatero). Eran las dos últimas las que concitaban una mayor expectación: ¿qué pasaría con el proceso de paz? ¿nos había sorprendido el atentado o era algo esperado? ¿volvería el pacto antiterrorista?
Al final, como esta mañana, mucho humo. Ni Rodríguez ni Otegui daban las negociaciones por acabadas (si bien el presidente apuntaba a que estaban “en suspenso”). Rajoy, menos beligerante que de costumbre, tendía su mano al diálogo, pero con condiciones. Rubalcaba, por su parte, apuntaba que “el Gobierno nunca negociará con asesinos”.
Ojalá cumpla su palabra.
Hay una vieja historia africana que me ha venido a la cabeza al pensar en las negociaciones con ETA de las que tanto se ha hablado últimamente. Dice algo así:
Un escorpión, que deseaba atravesar el río, le dijo a una rana:
- Llévame a tu espalda para que pueda cruzar el río.
- ¡Que te lleve a mi espalda! -contestó la rana-. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! ¡Si lo hago, me picarás y me matarás!.
- No seas tonta –le dijo entonces el escorpión-. Si te pico, te hundirás en el agua y yo también me ahogaré, pues yo no sé nadar.
Los dos animales siguieron discutiendo, hasta que por fin la rana fue persuadida. Cargó al escorpión sobre su resbaladiza espalda, donde él se agarró, y empezaron la travesía.
Llegados al medio del gran río, allí donde se crean los remolinos, al intentar asirse con sus pinzas y su cola, de pronto el escorpión picó a la rana. Ésta sintió como el veneno mortal se iba extendiendo lentamente por su cuerpo, y mientras se ahogaba, y con ella el escorpión, le gritó:
- ¡Vamos a morir los dos! ¿Por qué lo has hecho?
- No pude evitarlo –dijo el escorpión antes de desaparecer en las aguas-. Es mi naturaleza.
Igual que el escorpión no puede evitar picar, una banda terrorista no puede evitar matar. Es su naturaleza y razón de ser, porque sin la violencia, sin el terror, ETA se queda desnuda. Si uno aparta las pistolas, las bombas, la extorsión, la violencia... no encuentra nada.
Hay quien dice que ETA tiene un proyecto democrático. Pero un verdadero proyecto democrático no puede empezar con el asesinato de inocentes, con la colocación de bombas, con el terror. ETA sólo hace, como cada cuatro años, el mismo paripé de siempre.
Mientras tanto, nosotros somos la amable rana que cree al escorpión. La amable rana a la que siempre le vuelven a picar. Y creo que ya ha llegado el momento de que aprendamos, de que dejemos de repetir viejos errores.
Hay que acabar con el escorpión. Para siempre.