lunes, noviembre 13, 2006

El elefante anoréxico (y otras historias de la selva)

Hace cosa de un par de semanas que los medios se hicieron eco de una noticia: investigadores estadounidenses habían descubierto que los elefantes se reconocían en un espejo.

El descubrimiento, que no reviste mayor importancia que “la desde ahora consideración de los elefantes como una especie más de un grupo especial de animales, con una vida social compleja y un alto nivel de inteligencia”, me ha hecho pensar acerca de los complejos y los problemas de inadaptación de las sociedades modernas.

Porque puede que tal vez ahora que los elefantes del zoológico del Bronx tienen un espejo para mirarse y puedan compararse con sus semejantes, empiecen las envidias, los complejos e incluso se produzca un cambio en la jerarquía.

Es habitual que con la conciencia de uno mismo empiecen la inevitable comparación con todos los demás, el sano afán de superación y los enfermizos intentos de dominación. Tal vez por eso cuando un ermitaño vuelve a la civilización acaba sintiéndose miserable… porque se da cuenta de que no es nada, de que su existencia no ha supuesto nada para nadie, de que no ha cambiado nada.

Esto me lleva a un excelente libro, "Flores para Algernon", de Daniel Keyes, que narra en primera persona la experiencia de un deficiente mental al que, mediante una novedosa técnica quirúrgica, se le convierte en un genio. Y aunque el viaje intelectual del protagonista es bastante interesante, lo es más el emocional: al principio del libro, aunque todos se mofaran de él, se sentía feliz y aceptado, rodeado de amigos; sin embargo, al ir creciendo su inteligencia, al darse cuenta de lo que verdaderamente ocurría, pasa a sentirse miserable, huraño y desgraciado. Solo.

Puede que los científicos les hayan hecho un flaco favor a los elefantes regalándoles un espejo. Puede que no sea bueno saberlo todo, que un poco de ignorancia nos haga un poco más felices.

Tal vez dentro de un mes conozcamos al primer elefante anoréxico... quién sabe.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me recuerda al capítulo de Los Simpson en el que Homer se somete a una operación para que le quiten un crayola que tenía alojado en el cerebro, y se convierte en un genio. Y al poco tiempo todo el mundo le odia y vuelve a meterse el lápiz (gracias a la ayuda inestimable del sucio tabernero Moe) para recuperar la amistad con sus colegas.
Gran episodio. Y curiosa noticia la de los elefantes, la vi en el telediario y salían imágenes de un elefante mirándose al espejo y tocándose una marca que le habían puesto en la trompa, demostrando así que reconocía la imagen del espejo como él mismo.
1 abrazo!

Alfonso dijo...

Me alegro que al fin hayas encontrado ese animal que le prometiste a Lopa para hacer un tercer articulo...

Javi dijo...

La verdad, Álvaro, es que no había pensado en ese capítulo, pero me recuerda de un modo extraño al argumento del libro (dicho sea de paso, aunque desconocido aquí, dicen que es el libro de ciencia ficción más vendido de la historia en Japón). De todos modos, ya se hizo una película, Charly, que ganó un Oscar.

He de reconocerle a Alfonso que sí, la historia está cogida por los pelos, pero tenía que darle a Lopa el animal que tanto ansiaba...

GABI dijo...

Yo me quedo con lo que decía mi profesor de filosofía en el instituto: "El más feliz es el tonto del pueblo".

Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Que grande ese profesor!

Javi dijo...

Es cierto, de algún modo me recuerda a mi trauma con los mejillones.

A mí me encantaban los mejillones, los devoraba, más bien; vamos, que no les hacía ascos... Pues bien, un día diseccionamos uno en clase de biología en el colegio, y desde entonces no he podido probar ninguno. (Miento: un día me invitaron los padres de una novia a cenar y pidieron mejillones y, aguantándome las arcadas, me comí los que me correspondían como un campeón...).

La carga del saber es pesada, pero alguien tiene que llevarla, ¿no?

Gracias a Gabi por ser fiel a mi pequeño blog.

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